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Tuberculosis y COVID-19, dos enemigos a vencer
M.C. Stephanie Guadalupe Herrera Canché.
Desde la detección del primer caso de COVID-19, a finales del 2019 en Wuhan, China, los expertos de la salud, investigadores, empresas farmacéuticas y gobiernos alrededor del mundo se han concentrado en desarrollar una vacuna eficaz, con el fin de prevenir y disminuir el número de nuevos casos y defunciones causados por esta enfermedad, pero, ¿será la COVID-19 la única enfermedad pulmonar a vencer en estos tiempos?
La tuberculosis es una enfermedad causada por la bacteria Mycobacterium tuberculosis Zopf. Esta bacteria afecta principalmente a los pulmones, pero también tiene la capacidad de alojarse en otras partes del cuerpo (cerebro, riñones y la columna vertebral). En la actualidad, la única vacuna efectiva para la prevención de la tuberculosis es la BCG (Bacilo de Calmette-Guérin) que se administra en 154 países. Sin embargo, se estima que una cuarta parte de la población mundial padece tuberculosis latente, es decir, que una persona puede ser portadora de la bacteria, pero sin presentar los síntomas de la enfermedad y sin la posibilidad de transmitir la infección.
La forma de contagio de la tuberculosis activa (infecciosa), al igual que la de COVID-19, es mediante la inhalación de microgotas que el enfermo genera al toser, estornudar o hablar. Los síntomas más comunes que produce la tuberculosis son: tos (por lo menos dos semanas), expectoración sanguinolenta, fiebre, sudoración nocturna, pérdida de apetito, entre otros. De manera similar a la COVID-19, el grupo de personas vulnerables a contraer tuberculosis son aquellas que tienen un sistema inmune deficiente debido a otros padecimientos. El tratamiento actual para tratar la tuberculosis se basa en la administración combinada de fármacos de primera línea (isoniazida, pirazinamida, rifampicina y etambutol) durante al menos seis meses. A pesar de que es una enfermedad que de ser detectada a tiempo es curable, cada año se registran 10 millones de casos nuevos a nivel mundial y 1.2 millones de defunciones.
Aunque las cifras anuales de nuevos casos y muertes debidas a la tuberculosis son menores a las reportadas para la COVID-19, el principal problema para controlar la tuberculosis es la aparición de farmacorresistencia que limita la eficacia de los fármacos empleados. Para el tratamiento de estas formas resistentes de la tuberculosis se necesita un tiempo prolongado de administración combinada de un mayor número de fármacos de segunda (amikacina, kanamicina) y tercera línea (bedaquilina, meropenem), teniendo como consecuencia la aparición de efectos adversos como: hipoacusia (pérdida total o parcial de la audición), problemas gastrointestinales, cefalea (dolor de cabeza recurrente) y hepatitis. Aunado a lo anterior, algunos de estos fármacos han dejado de ser eficaces.
No obstante, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha planteado una visión estratégica para el 2030 con el fin de erradicar la tuberculosis, misma que ha sido afectada por la pandemia de COVID-19. De acuerdo con los datos reportados por la OMS, en el 2020, aproximadamente 1.4 millones de personas no recibieron la atención necesaria para combatir los síntomas de la tuberculosis, como consecuencia del impacto negativo que ha tenido la pandemia de COVID-19 para el control de esta enfermedad. Por lo que, el objetivo de eliminar la tuberculosis se torna cada vez más difícil, principalmente para los países que reportan el mayor porcentaje de enfermos, aumentando el número de contagios. Esto se debe a la falta de insumos para las pruebas diagnósticas que permitan la detección de la tuberculosis, y por lo tanto, el tratamiento adecuado no se está brindando de manera oportuna.
Ante esta situación, se ha propuesto redoblar esfuerzos para prevenir los contagios por tuberculosis, evitando que el número de muertes aumente año con año. Esto solo se puede alcanzar poniendo el mismo esmero de los servicios de salud para el monitoreo de nuevos casos, tal como se ha realizado para el control de la COVID-19. No debemos de olvidar que actualmente existen otras enfermedades de igual importancia médica, cuya atención ha sido afectada por la pandemia. Tenemos que considerar que la COVID-19 y la tuberculosis son enfermedades de rápida propagación, y es trascendental adoptar las medidas propuestas para evitar su contagio tales como el aislamiento, el uso de cubrebocas y la detección temprana en caso de presentar los síntomas comunes de la tuberculosis por más de dos semanas.
Para más información consulte:
Instituto Nacional de Salud Pública. (2021). Tuberculosis: la enfermedad infecciosa más mortífera en el mundo. https://www.insp.mx/avisos/5302-tuberculosis-enfermedad-infecciosa-mortifera.html (fecha de acceso: 29 de mayo, 2021).
Organización Mundial de la Salud. (2021). La COVID-19 pone de relieve la necesidad urgente de reactivar los esfuerzos mundiales por acabar con la tuberculosis. https://www.who.int/es/news/item/22-03-2021-covid-19-highlights-urgent-need-to-reboot-global-effort-to-end-tuberculosis (fecha de acceso: 29 de mayo, 2021).
M.C. Stephanie Guadalupe Herrera Canché I Estudiante de doctorado en el Centro de Investigación Científica de Yucatán, A.C.
Fecha de publicación en línea: 30 de septiembre, 2024.
Citar este artículo como:
Herrera C.S.G. (2021). Tuberculosis y COVID-19, dos enemigos a vencer. Ciencia Cakotanú. 2(3), 21-23. También disponible en: https://www.cienciacakotanu.com/contenido/artículos/v2n3-2021/tuberculosis-y-covid-19-dos-enemigos-a-vencer