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¿Pollo o pasta?... Ciencia
Q.F.B. Carol Perelman Khodari.
Diariamente, estamos obligados a tomar decisiones. Algunas son más relevantes que otras, pero, todas se caracterizan por contener ciertos elementos: una motivación, un análisis y finalmente un compromiso que se asume cuando seleccionamos la opción “A” y descartamos las alternativas “B”, “C” y “D”. Parte de lo que determina el peso que damos al proceso de decidir reside en el impacto a largo plazo, en su relevancia. Algunas decisiones resultan efímeras, mientras otras acaban convirtiéndose en ejes de vida.
Decidir sobre si ir a Chiapas o a París de vacaciones, involucra un estudio minucioso y quizás más profundo que elegir entre cenar pollo o pasta. Pero, hay decisiones que, sin duda, son mucho más complejas. Por ejemplo, poner los ojos en una pareja para compartir el resto de nuestra vida, o en la selección de una carrera profesional, como medio para aportar algo significativo a la humanidad.
Uno de los grandes sesgos a los que nos enfrentamos cuando tomamos decisiones reside en la disparidad entre la ilusión de cómo imaginamos que resultará la elección (las expectativas), y lo que es en verdad. Sin duda, entre menos datos tengamos y más variables existan podemos distorsionar más la supuesta realidad.
Como decía el filósofo David Hume, “la razón se hace esclava de la pasión”. Y entonces, los pesimistas, contrario a los soñadores, verán el vaso medio vacío en vez de medio lleno, perdiendo de vista que el vaso siempre está completamente lleno por una parte de agua y otra de aire. Así, toda decisión involucra reconocer tanto los beneficios como los riesgos, y para evaluarlos es necesario tener acceso a información confiable, que, junto con la experiencia personal, nos ayudan a mejorar la visibilidad y contar con más elementos para inclinar la balanza entre Chiapas y París, entre pollo y pasta, y también entre química, arquitectura, música u otra carrera profesional.
De acuerdo con esto, es comprensible que diferentes jóvenes se inspiraron para elegir carreras científicas, cuando el astronauta Neil Armstrong dio un “gran paso para la humanidad” en 1969, al pisar nuestro satélite natural. Y que varios incursionaran en las ciencias, después de que se estrenara la serie Cosmos en 1980; un verdadero deleite que nos ofreció el grandioso astrónomo y comunicador de la ciencia Carl Sagan. De la misma forma, hoy vemos el popularmente llamado “efecto Fauci”, en el que, más personas en todo el mundo están aplicando a carreras en áreas de la salud, como medicina y enfermería, así como en ciencias naturales, como resultado, en parte, de la comunicación de la ciencia durante la pandemia de COVID-19.
Justamente, para tratar de comprender este fenómeno en México, colaboré a mediados del 2021 en una investigación, en donde a través de una encuesta nacional aplicada a jóvenes de entre 14 y 19 años encontramos que 7 de cada 10 mejoró su percepción de la ciencia, de los trabajadores de la salud y de los científicos. Pero, además, encontramos que el 22% de los encuestados cambiaron sus planes de estudio a raíz de la pandemia. Del total de encuestados que pretenden continuar sus estudios después del bachillerato, el 28% reportó preferencia por carreras en áreas de la salud y el 23% en ciencias naturales y matemáticas, mientras que, en una proporción menor, el 20% optó por carreras en otras áreas de estudio.
Es decir, no solo encontramos una mejoría en la percepción de los jóvenes hacia la ciencia, científicos y trabajadores de la salud, sino también un incremento en el interés por incursionar en carreras científicas y de salud. Quizá su experiencia de la crisis pandémica, aunada a la información científica constantemente en primera plana, enfocó su mirada hacia la ciencia.
Las vocaciones científicas nacen de varios factores que incluyen elementos, como expectativas familiares. Tal como con la cena a elegir o con las vacaciones a perseguir, el decidir estudiar carreras científicas responde en parte a componentes derivados de la experiencia y la comunicación. Y en la historia reciente de la humanidad, nunca antes se había tenido a la ciencia en el centro del escenario durante tanto tiempo, cotidianamente en los noticieros cerca de la gente, trabajando en las nuevas vacunas, antivirales y en el entendimiento y manejo de COVID-19. Pero, además, durante la avalancha de información, y también desinformación, la divulgación de la ciencia jugó un papel central, traduciendo, acercando y contextualizando continuamente lo que sucedía en laboratorios y clínicas para proveernos de las herramientas para tomar las mejores decisiones y minimizar el riesgo de contagio. Y en esta labor no solo se dignificó y profesionalizó aún más la divulgación de la ciencia, sino que entre sus efectos estuvo el de promover, además de las vocaciones, el pensamiento científico, contribuyendo a mejorar la calidad de vida de las personas.
Recordemos que la ciencia la hacen los seres humanos, y por ello es que la ciencia es parte de la cultura; es de todos y para todos. Como lo dice el escritor Adam Grant en su más reciente libro: no hay que ser científicos para pensar como científicos. Lo que necesitamos es pensar, aprender a “re-pensar”.
Para más información consulte:
Cervantes J. (2021). Fauci effect? When the heart is in the right place, but reality is not. JIM. 69(5), 951-953. http://dx.doi.org/10.1136/jim-2021-001949
Perelman C., Patiño-Barba M. de L., Padilla-Gonzalez J. (2022). Impact of the COVID-19 pandemic on adolescents’ perception of science, scientists and health care workers, and change of career choices. SciELO Preprints. https://doi.org/10.1590/SciELOPreprints.3554
Q.F.B. Carol Perelman Khodari I Egresada de la Facultad de Química de la UNAM.
Fecha de publicación en línea: 13 de noviembre, 2024.
Citar este artículo como:
Perelman K.C. (2022). ¿Pollo o pasta?... Ciencia. 3(4), 2-4. También disponible en: https://www.cienciacakotanu.com/contenido/artículos/v3n4-2022/pollo-o-pasta-ciencia