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Dra. Renata Ponce Lina y Psic. Antonio Fuentes Ibañez.
Actualmente, hay una mayor conciencia individual y en la política pública sobre la importancia de la salud mental. La depresión mayor es un trastorno psiquiátrico que afecta a muchas personas de manera incapacitante y, consecuentemente, puede traer graves resultados a nivel social. La depresión se caracteriza por un estado de ánimo de constante tristeza, anhedonia (dificultad para experimentar placer) e inclusive deterioro cognitivo como falta de atención, deterioro en la memoria y la resolución de problemas.
Los trastornos psiquiátricos cuentan con una compleja relación entre factores sociales y biológicos para su aparición. Por ejemplo, se ha observado que circunstancias adversas en la infancia, como condiciones socioeconómicas desfavorables y abuso físico, pueden favorecer el desarrollo de la depresión. Sin embargo, incluso si el desarrollo hacia la adultez se da sin mayores adversidades, un sujeto adulto físicamente sano puede también presentar este trastorno, ya sea por eventos traumáticos individuales (como ser víctimas de secuestro o violación), colectivos (como ser víctimas de desastres naturales o guerras) o también por un ambiente de estrés constante (ya sea familiar, académico o laboral), entre otras razones.
De esta manera, prácticamente cualquier persona puede, en teoría, desarrollar algún trastorno del estado del ánimo como la depresión. Por lo cual, el estrés no solo es un tema de salud pública, sino de investigación clínica y básica, en donde la neurociencia tiene mucho que aportar a este tema.
La neurociencia hace uso de modelos animales, como roedores, para investigar las bases fisiopatológicas de la depresión. En este sentido, se ha identificado que el estrés y sus hormonas mediadoras, como los glucocorticoides (cortisol en humanos), resultan importantes en el desarrollo del trastorno depresivo. Por ejemplo, se ha observado que cualquiera de las siguientes situaciones puede provocar que los animales expresen conductas semejantes a la depresión: 1.- Exponer a ratas a estrés leve crónico; 2.- Estrés agudo intenso; 3.- La administración de corticosterona (equivalente al cortisol en humanos).
El efecto de dichas conductas depresivas sobre ciertos comportamientos innatos de los animales es evaluado con tareas conductuales estandarizadas en laboratorios de investigación en todo el mundo. Algunas de estas tareas evalúan: el tiempo de inmovilidad mientras los animales nadan, el tiempo que tardan en explorar ambientes novedosos, la capacidad para recordar ambientes amenazantes, así como su interacción social con sus congéneres. De manera importante, la administración de antidepresivos, prescritos para humanos, revierte o bloquea en los animales los cambios conductuales provocados por estos procedimientos de estrés, lo cual es un requisito importante en la validación de estos modelos y una forma de probar nuevos métodos que puedan ser usados en humanos.
Gracias a los modelos animales se puede estudiar más a detalle la relación entre el estrés y las conductas depresivas a nivel cerebral y celular. Por ejemplo, la sensibilización del sistema de regulación de liberación de la corticosterona en el eje hipotálamo-hipófisis-adrenal aumenta los mecanismos de reacción de los animales ante situaciones estresantes. También, el estrés induce cambios en regiones cerebrales clave para la regulación emocional y la memoria, tales como el hipocampo, la amígdala y la corteza prefrontal. Uno de estos cambios que ha sido evidenciado en animales es la pérdida de volumen del hipocampo, lo cual también ha sido reportado en humanos mediante técnicas de neuroimagen.
Asimismo, se ha observado que el estrés y la corticosterona reducen la neurogénesis (generación de nuevas neuronas) en el hipocampo, y que los antidepresivos bloquean este efecto. Se piensa que la neurogénesis es importante para la correcta función del hipocampo y es fundamental en procesos cognitivos como el aprendizaje y la memoria. De hecho, los cambios sobre la neurogénesis y la liberación de hormonas debido a la depresión mayor se han correlacionado con la neuroinflamación, proceso que es principalmente regulado por la activación de células de la microglía y astrocitos a través de una cascada que involucra un amplio número de moléculas. Estos y muchos otros hallazgos ayudan a comprender mejor este trastorno a nivel del sistema nervioso central y periférico, así como a desarrollar nuevas estrategias para tratarlo y prevenirlo.
Para más información consulte:
Franklin T.B., Saab B.J., Mansuy I.M. (2012). Neural mechanisms of stress resilience and vulnerability. Neuron. 75(5), 747-761. https://doi.org/10.1016/j.neuron.2012.08.016
Planchez B., Surget A., Belzung C. (2019). Animal models of major depression: drawbacks and challenges. J. Neural Transm. 126(11), 1383-1408. https://doi.org/10.1007/s00702-019-02084-y
Zenko M.Y., and Rybnikova E.A. (2021). The role of glucocorticoid hormones in the stress-protective effects of hypoxic postconditioning in models of depression and post-traumatic stress disorder in rats. Neurosci. Behav. Physi. 51(6), 757-764 https://doi.org/10.1007/s11055-021-01132-z
Dra. Renata Ponce Lina y Psic. Antonio Fuentes Ibañez I Investigadora y candidato a doctor en el Laboratorio de Neurobiología del Aprendizaje del Instituto de Neurobiología de la Universidad Nacional Autónoma de México, campus Juriquilla.
Fecha de publicación en línea: 4 de octubre, 2024.
Citar este artículo como:
Ponce L.R. y Fuentes I.A. (2022). Estrés y depresión, de la clínica al laboratorio. Ciencia Cakotanú. 4(3), 5-8. También disponible en: https://www.cienciacakotanu.com/contenido/artículos/v3n1-2022/estrés-y-depresión-de-la-clínica-al-laboratorio