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¿Cómo enseñamos ciencia a la infancia? Los ponemos a pintar
M.A.P.D.S. Rayenari Torres Chacón.
Durante mis primeros años de universidad, asistí como ayudante en un proyecto donde trabajé en una comunidad rural. Este proyecto constaba de diferentes actividades que se realizaban dentro de grupos focales. Se le pedía a las personas clasificar plantas en diferentes escalas, ya que la intención era que esto fuera lo más participativo posible.
El primer día de trabajo, algunos de los asistentes nos percatamos de que varias de las y los participantes del proyecto llegaron en compañía de sus hijos e hijas, a quienes no esperábamos. Al ver esto, el organizador dijo: “los ponemos a pintar”. Esto con la intención de que se pudiera finalizar las tareas de ese día sin contratiempos. Este suceso llamó mi atención, pues esto no necesariamente tenía que ser considerado como un problema, ya que los niños también conocían las actividades a realizar, al final de cuentas, también vivían en la comunidad rural, con sus familias.
Posterior a esto, continué involucrándome y participando en todo tipo de proyectos que me llamaron la atención: desde reforestación, pasando por etología, hasta zooarqueología. Estos proyectos eran tan diferentes entre sí, como el tipo de personas que conformaban los equipos de trabajo. Sin embargo, siempre que se trataba de analizar, compartir resultados y trabajar con la comunidad de una manera sencilla, especialmente con las y los más pequeños se vacilaba, desdeñaba o postergaba el trabajo. Para mi sorpresa, la frase “los ponemos a pintar”, y sus variantes, resultaron ser más repetitivas de lo que creía, incluso cuando se contaba con tiempo para planear las actividades que eran dirigidas al público infantil. Lo que me hizo sospechar que, aunque existiera el interés honesto por hacer algo, se carecía de ideas para el “qué hacer” y especialmente el “cómo hacerlo”.
Ahora bien, me gustaría aclarar, que no quiero que esto se interprete como un ataque o reproche a las y los profesionistas que me permitieron acompañarlos en aquel entonces. Sino, como punto de partida para que reflexionemos sobre la relación que tenemos los que hemos decidido sumarnos al enlace ciencia-niñez. Aunque podría indagar sobre otros problemas (como el financiamiento del gobierno a la educación y la ciencia) me gustaría centrarme en la manera en como la comunidad científica se relaciona con la infancia. Especialmente en este país, donde según la Encuesta sobre la Percepción Pública de la Ciencia y la Tecnología (ENPECYT) de 2017, la comunidad científica carece de legitimidad y los científicos están tan alejados de la ciudadanía, que muchas veces son percibidos como una amenaza por sus “elevados” conocimientos que pudieran poner en riesgo a la humanidad.
Considero que, para desenredar este problema, debemos tomar en cuenta nuestro primer acercamiento a la ciencia y nuestro posterior ejercicio científico durante los primeros años de educación. Por ejemplo, normalmente se da por hecho que todas las personas tuvimos la educación básica y que es en este momento donde recibimos una formación en ciencias básicas. Sin embargo, según el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE), en México, alrededor deun 6 % de los niños y niñas de entre 6 y 14 años no tienen acceso a la educación básica, principalmente en las regiones más vulnerables (periferias urbanas, zonas indígenas y rurales). A esto debemos sumar que, conforme los niños alcanzan los siguientes niveles de educación, se presenta un aumento en la deserción, alcanzando cifras de hasta el 30 % en la educación media superior. Además de otras razones como lo son: la calidad de la educación, las condiciones laborales del profesorado, los problemas de aprendizaje, las limitantes de la academia y su presión sobre la comunidad científica, el acercamiento de la comunidad científica a la ciudadanía, la representación de quienes hacen ciencia en los medios, así como el fácil acceso a las fake news en el Internet, y un largo etcétera. Debido a este abrumador panorama, un sinfín de instituciones han destinado recursos e intentando redibujar este escenario, financiando e implementando proyectos donde las y los científicos se acercan directamente con la comunidad. No obstante, me ha tocado ser testigo de cómo muchas veces en la práctica estos esfuerzos se quedan en el discurso debido a la burocracia, los tiempos, la falta de herramientas pedagógicas, no dar la importancia necesaria o porque la comunidad científica no percibe este acercamiento como parte de la vida de un científico. Al momento de trabajar con la niñez, la frase “los ponemos a pintar” aparece tanto, como su variante más peligrosa: “ponles algo para que se entretengan”.
Muchas veces, esto se vuelve común, haciendo que la tarea de compartir conocimiento científico sea equiparado a la mera entretención. De acuerdo con María Morfin, en su libro “Participación infantil y juvenil”, muchas veces, lo anterior se debe a que se parte desde una visión adultocéntrica, paternalista y condescendiente hacia la niñez, la cual es entendida como una etapa a veces molesta, donde necesitamos algo para no aburrirnos o para no molestar, una etapa llena de limitaciones cognitivas en la que somos “vasos vacíos” que necesitan ser llenados de conocimiento. Como si durante ese periodo fuéramos incapaces de desarrollar conocimientos de manera propia, como si fuéramos una carga, como si fuésemos ajenos a la experiencia científica, aun cuando desde ese momento experimentamos el método científico día a día.
El pedagogo Paulo Freire, sostenía que nadie es un contenedor vacío que necesita ser llenado, todos contamos (sin importar origen o edad) con una serie de conocimientos adquiridos con la experiencia, y son tan valiosos como los de cualquier otra persona. De acuerdo con esto, el papel de quien dirija un proyecto de acercamiento entre la ciencia y la niñez, gira en torno a la facilitación de conocimiento y acompañamiento. De manera similar, Morfin menciona que es a través del reconocimiento, la participación y el ejercicio constante de habilidades, que niños y niñas logran hacer suyos los valores y prácticas tan complejas como lo es la democracia. De igual forma, al valorar y reconocer su capacidad de agenciamiento, no solo promovemos su participación en la ciencia, se les empodera y se les brindan herramientas que promueven habilidades emocionales para su desarrollo, tales como la pérdida de miedo a la equivocación, lidiar con el fracaso o la atención positiva y la comunicación.
Obviamente no podremos cambiar las condiciones de vulnerabilidad de alguna pequeñita con un solo taller, pero al brindar una experiencia de calidad, se puede impactar de manera profunda en su vida. Para ejemplificar esto, me gustaría proponerte hacer un ejercicio introspectivo.
Esto con la intención de buscar en nuestras experiencias personales, un momento que nos haya marcado durante nuestra infancia, una anécdota que haya definido el camino que nos hemos trazado, un libro, un dibujo, una persona, una historia o un “qué”, que nos haya motivado a estudiar la disciplina que elegimos. Ahora, respóndete la siguiente pregunta: ¿qué emociones se sienten?
Mira hasta donde te ha traído el impacto que tuvo en tu vida una experiencia de calidad. Creo que es en estos momentos de honestidad que podremos encontrar algo que nos ayude a cambiar la perspectiva y la manera en que acercamos la ciencia a la niñez. Una perspectiva más personal, más horizontal, más cercana.
Para finalizar el presente texto, me gustaría invitarte a que nos olvidemos de estas estructuras rígidas de la adultez, que nos acerquemos de una manera diferente a nuestra comunidad, que la caminemos y platiquemos con los niños y niñas, haciendo a un lado nuestro título. Siendo la o el adulto, y las o los profesionistas que nos hubiera gustado conocer durante nuestro desarrollo y a pensar: ¿qué necesitabas escuchar cuando éramos pequeños humanos?
Para más información consulte:
Freire P. (1970). Pedagogía del oprimido. Siglo XXI (Ed.). Argentina. ISBN: 968-23-2589-7.
Morfin M. (2012). Participación infantil y juvenil. Una guía para su promoción. Alas y Raíces, CONACULTA. México. ISBN:978-6075-16-070-2.
Touche N. (2018). En las encuestas, la ciencia y la política van a la baja. El Economista. https://www.eleconomista.com.mx/arteseideas/En-las-encuestas-la-ciencia-y-la-politica-van-a-la-baja-20180701-0122.html (fecha de acceso: 6 de junio, 2021).
M.A.P.D.S. Rayenari Torres Chacón I Coordinador de proyectos dirigidos a infancias y juventudes en Colectiva, Arte, Comunidad y Equidad A.C. Ciudad Juárez, Chihuahua, México.
Fecha de publicación en línea: 30 de septiembre, 2024.
Citar este artículo como:
Torres C.R. (2021). ¿Cómo enseñamos ciencia a la infancia? Los ponemos a pintar. Ciencia Cakotanú. 2(3), 33-36. También disponible en: https://www.cienciacakotanu.com/contenido/artículos/v2n3-2021/cómo-enseñamos-ciencia-a-la-infancia-los-ponemos-a-pintar