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Teorizando con la evolución humana: ¿Qué cambios podemos esperar?
M.C. Pablo José Palma Cancino
La evolución es un motor que nunca se detiene. Desde los albores de la vida, la evolución ha sometido a la materia a infinidad de procesos, regulados siempre por leyes naturales, que a lo largo de milenios dieron como resultado todo lo que observamos hoy día y que consideramos vivo. No obstante, ¿qué nos depara el futuro como especie? ¿Hacia qué dirección nos llevarán el azar, las presiones selectivas y la selección natural, en los próximos miles o incluso millones de años? Es difícil imaginar lo que aún no existe, pero podemos identificar factores que sin duda terminarán por cambiarnos tarde o temprano. Veamos algunos.
Además de accidentes y desastres naturales, los cuales suelen afectar a todos los miembros de una población, sin distinción alguna, ¿qué otros acontecimientos potencialmente fatales pueden, en la actualidad, favorecer la supervivencia de cierto grupo por encima de otro, como resultado de una selección natural? Podemos mencionar a las enfermedades. De hecho, el virus SARS-CoV-2, agente causal de la COVID-19, puede servirnos de ejemplo.
Cada país planeó una estrategia distinta de combate contra esta enfermedad, y claramente algunos han tenido mejores resultados que otros. No obstante, a pesar de la correcta implementación de medidas para el resguardo de la salud pública, en casi todo el mundo se han registrado pérdidas humanas a causa de la COVID-19. Haciendo de lado factores como el aislamiento geográfico y la baja densidad poblacional, a los que podríamos llamar circunstanciales para efectos de este análisis (véase el caso de Groenlandia, que al momento de la redacción de este texto aún se mantiene sin ningún deceso), ¿existe algún elemento biológico que contribuya a aumentar o disminuir el número de fallecimientos provocados por esta enfermedad? Para efectos de brevedad, mencionaremos solo uno: la asociación entre pacientes con comorbilidades[1] y un mayor riesgo de desarrollar una forma grave de COVID-19. Como una de estas comorbilidades, tomaremos de ejemplo a la diabetes mellitus tipo 2, una enfermedad multifactorial a la cual se le atribuye un importante componente genético. Tomando en cuenta lo anterior, ¿podemos considerar al SARS-CoV-2 como un agente de selección que perjudica a individuos que cuentan con predisposición genética a desarrollar diabetes?
La respuesta a esta pregunta está en el tiempo: mientras que la diabetes tipo 2 se presenta, a nivel mundial, principalmente en adultos mayores de 40 años, los jóvenes, en cambio, tienen su primer hijo entre los 18 y los 30 años (21 para México, de acuerdo con datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía, INEGI).
Aunque los datos sobre paternidad primeriza son más escasos, en algunos países como Estados Unidos, Alemania, Inglaterra y Japón, la edad promedio en la que un varón tiene su primer hijo oscila entre los 31 y 36 años. Si tomamos estos números al pie de la letra, la gran mayoría de los pacientes diabéticos ya fueron padres y madres antes de cumplir 40 años. Entonces, si la COVID-19 provoca un desenlace fatal en una persona con comorbilidad diabética, a sus 40 años o más, sus genes ya habrán sido transmitidos a la siguiente generación independientemente de su fallecimiento, ¡de modo que no puede haber selección natural en este caso! De manera similar, la COVID-19 por sí sola raramente provoca la muerte en pacientes menores de 50 años, por lo que todo indica que el virus SARS-CoV-2 no está esculpiendo el futuro de la evolución humana.
La pregunta del millón es, ¿qué factores sí lo están haciendo? El principal contribuyente del motor evolutivo es la globalización. Superficialmente, es fácil ver cómo podría afectarnos, ya que es algo que los mexicanos hemos experimentado previamente. Cuando los españoles arribaron a México, algunos de ellos se reprodujeron con los habitantes nativos, originando la raza mestiza (con características de ambos grupos) que ahora predomina en nuestro país. De manera análoga, el fenómeno de globalización actual facilitará que miembros de distintas etnias que se encontraban aisladas, se reproduzcan entre sí, provocando con el paso del tiempo que las poblaciones resultantes sean más homogéneas, originando que nuestra especie presenté características físicas similares como el color de piel y la constitución corporal. También es probable que se den cambios importantes como resultado de la selección sexual. ¿Por qué amamos a quienes amamos? Profundizar en ello parece contra intuitivo y hasta antiromántico, pero sin duda los humanos estamos regidos por una serie de “normas” o “estándares” que se modifican de acuerdo con la época. Basta con examinar los cuadros más famosos de Peter Paul Rubens, pintados en el siglo XVII, para darse una idea de cuál era el ideal de belleza, tanto masculino como femenino en aquella época, y cómo se ha modificado en la época actual, principalmente en la cultura occidental.
Esto nos concierne porque las características que conforman un ideal de belleza, por ejemplo, una complexión delgada o robusta, piel clara u oscura, cabello lacio o curvo, están determinadas en gran medida por la genética. Por lo tanto, al buscar parejas que se acerquen a ese ideal, estamos favoreciendo los genes asociados a esas características, de modo que una de las preguntas más interesantes que los evolucionistas podrían hacerse hoy día es: ¿Cuál será la próxima “moda en cuerpos” que idealizarán nuestros descendientes? Finalmente, la selección sexual y la dependencia tecnológica de la sociedad actual podrían llegar a favorecer a individuos con grandes aptitudes intelectuales, haciéndolos más deseables como pareja, sin embargo, considero que esto último entra en el terreno de lo demasiado especulativo, por lo que tal vez la mejor manera de responder a nuestra cuestión inicial sea con la famosa frase: “Solo el tiempo lo dirá”.
[1] Coexistencia de dos o más enfermedades en un mismo individuo. En este contexto, entiéndase como padecimientos que podrían agravar un caso de COVID-19.
Para más información consulte:
Bonanad C., García-Blas S., Tarazona-Santabalbina F., Sanchis J., Bertomeu-González V., Fá- cila L., Ariza A., Núñez J., Cordero A. (2020). The effect of age on mortality in patients with COVID-19: a meta-analysis with 611,583 subjects. JAMDA. 21(7), 915-918. https://doi. org/10.1016/j.jamda.2020.05.045
Khandwala Y.S., Zhang C.A., Lu Y., Eisenberg, M.L. (2017). The age of fathers in the USA is rising: an analysis of 168 867 480 births from 1972 to 2015. Hum. Reprod. 32(10), 2110-2116. https://doi.org/10.1093/humrep/dex267
Owen J. (2009). Future Humans: four ways we may, or may not, evolve. National Geographic. Disponible en: https://www.nationalgeographic.com/science/article/future-humans-four-ways- we-may-or-may-not-evolve (fecha de acceso: 4 marzo, 2021).
M.C. Pablo José Palma Cancino es egresado del Instituto de Investigación Científica de Yucatán, A..C
Fecha de publicación en línea: 30 de septiembre, 2024.
Citar este artículo como:
Palma-Cancino P.J. (2021). Teorizando con la evolución humana: ¿Qué cambios podemos esperar? Ciencia Cakotanú. 2(2), 12-15. También disponible en: https://www.cienciacakotanu.com/contenido/artículos/v2n2-2021/teorizando-con-la-evolución-humana-qué-cambios-podemos-esperar