¿El sistema inmune en plantas es similar al de mamíferos?

Todos los organismos vivos, desde bacterias, hongos, hasta plantas y animales, cuentan con algún tipo de defensa en contra de patógenos. Este tipo de respuesta se destaca por su capacidad para distinguir lo propio de lo extraño y generar una respuesta. La primera línea de defensa que impide la internalización de patógenos en los animales son las barreras físicas como la piel, el sudor, los vellos, la saliva y las lágrimas. Los mamíferos hemos desarrollado dos tipos de respuesta ante el ataque de patógenos, conocidas como respuesta inmune adaptativa e innata. La respuesta inmune adaptativa se caracteriza porque comienza pocos días después de que inicia una infección, es más específica, especializada y capaz de generar “memoria” ante una reinfección; a través de la generación de anticuerpos contra el patógeno. Por otro lado, la respuesta inmune innata se caracteriza por ser una respuesta rápida en contra de microorganismos. Este tipo de respuesta es liderada principalmente por células (macrófagos, células dendríticas y neutrófilos, etc.) las cuales se encuentran circulando en el torrente sanguíneo y en los tejidos. Estas células se encargan de detectar y destruir a los agentes patógenos al primer contacto.

Por otro lado, las plantas también cuentan con barreras físicas para su defensa, tales como espinas, vellosidades, mucílagos, etc. A pesar de que estas barreras pueden ser efectivas, no son impenetrables ni suficientes para evitar la infección de los microorganismos patógenos. Ante esta situación, las plantas han desarrollado estrategias moleculares que ayudan a contrarrestar la infección de los patógenos.  En este caso, su sistema inmune es solo innato y a pesar de que no cuentan con células especializadas para la detección y destrucción de agentes patógenos; sí cuentan con moléculas que funcionan como sensores, y que les ayudan a montar una respuesta a nivel celular en el sitio de infección. ¡El cual responde de manera muy eficiente! De acuerdo con esto, las células del sistema inmune de los animales y de las plantas cuentan con proteínas en la superficie de sus membranas celulares, a los que nombraremos receptores celulares. Estos receptores están especializados en el reconocimiento de moléculas conservadas, que se encuentran presentes en la pared celular de los microorganismos. Es decir, moléculas que prácticamente no han sufrido ningún cambio a lo largo del tiempo, los lipopolisacáridos (LPS), flagelina, carbohidratos, son algunos ejemplos. 

A este tipo de moléculas las denominaremos patrones moleculares asociados a patógenos (PAMPS, por sus siglas en inglés). Cuando los receptores celulares reconocen a los PAMPS, dentro de las células se desencadena una serie de cascadas de señalización. Algo así como ordenar fichas de dominó, una tras otra, y empujar la primera ficha para que empuje a la siguiente, hasta tirar todas las fichas. Solo que, en este caso, el efecto de señalización está mediado por moléculas que se activan una tras otra. Este proceso genera que se module la respuesta génica, es decir, que se produzcan proteínas que ayudarán en el combate contra los patógenos. Algunas de estas proteínas actuarán dentro de la célula, (esto se dará cuando son infectadas por patógenos intracelulares) y algunas otras serán secretadas al medio extracelular. Las proteínas extracelulares viajarán a través de todo el organismo, alertando y activando al sistema inmune. En mamíferos, este tipo de proteínas son conocidas como citocinas, y en el caso de las plantas se le conoce como fitohormonas.

Durante la cascada de señalización, también se pueden generar especies reactivas de oxígeno, las cuales pueden degradar a los microorganismos una vez que se han internalizado en la célula. Esto resulta en una herramienta eficaz para la destrucción de los patógenos, tanto en plantas como en mamíferos. Por estas razones, es que podemos decir que las plantas sí tienen un sistema de defensa, el cual se asemeja al de nosotros, ya que su sistema inmune también desencadena respuestas rápidas ante infecciones para poder detener de esta manera el avance y daño que esté generando el agente invasor.